Gandia Bàsquet y Club de Fútbol Gandia han
descendido esta temporada a la cuarta categoría del deporte nacional (EBA y
Tercera División). ¿Se ha cebado la crisis económica en nuestros más
emblemáticos clubs? Evidentemente, sí. Pero no sólo eso, al menos en el caso del
equipo blanquiazul. Comparemos ambos clubs y veremos cómo hay maneras y maneras
de descender.
El verano pasado fue convulso en ambas
oficinas. La directiva del Gandia Bàsquet decidió salir en LEB Plata tras el
ascenso recién conseguido en Vic. Eso sí, anteponiendo el plano económico al
deportivo. Se hizo el mejor equipo posible pero sin gastar un céntimo más de lo
presupuestado. Austeridad total. Mientras tanto, el alcalde salvó al C. F.
Gandia del descenso administrativo por impago de nóminas de la temporada
anterior, por lo que el club se quedaba en Segunda B.
De esta forma, la directiva del Gandia
Bàsquet hizo conocer a los socios que la finalidad de esta temporada era aliviar
la situación de las maltrechas arcas del club. Si se salvaba la categoría en la
pista o no era otra cuestión que quedaba en un segundo plano. Sinceridad ante
todo. ¿Qué hizo la directiva del C. F. Gandia por esas fechas? Prometer un
equipo para subir a Segunda A. Algo no me cuadraba ya y la temporada todavía no
había comenzado. La honestidad es algo muy importante en la vida. También la
sinceridad.
La temporada comenzó. El Gandia Bàsquet,
como era de esperar, lo hizo en el furgón trasero aunque no llegaba a la cola.
El C. F. Gandia en el de los primeros. Sin embargo, las cosas se torcieron con
el tiempo. Una plantilla corta, con pocas rotaciones ni posibilidades de fichar
a nuevos jugadores para suplir a los lesionados (sí, a perro flaco todo son
pulgas y el equipo sufrió una auténtica plaga de lesiones que no le abandonó en
el resto de la temporada) hizo que el Gandia Bàsquet se viera abocado a luchar
por no ocupar la plaza de descenso. Y el C. F. Gandia se deshinchó y también se
acercó a la zona de peligro. Empezaba a verse todo muy negro en la ciudad,
deportivamente hablando.
Así las cosas, la directiva del baloncesto
hizo saber a la plantilla que si querían cobrar en fecha no se podía fichar a
ningún otro jugador. Además, los viajes habían de ser en el día del partido y en
bus; y podían durar hasta diez, doce o catorce horas. La plantilla asintió ante
tal muestra de sinceridad por parte de sus directivos. Lucharían como fuera para
tratar de conseguir los mejores resultados. ¿Y en el fútbol, qué pasó? Pues que
todo se derrumbó. También en este caso la mala suerte (o, mejor dicho, las malas
acciones del pasado) se cebaron con el club: el caso Muiño explotó en la cara de
la directiva y las cuentas del club fueron embargadas por la Seguridad Social
hasta que el club indemnice al ex-jugador blanquiazul con 600.000 euros.
Ante eso, la alcaldía se desentendió y
decidió no dar un céntimo más a un club que tenía un agujero negro insalvable en
sus cuentas ya que cada día salían impagos por doquier. Ante la retirada del
alcalde, también el presidente y su junta directiva dimitían sólo seis meses
después de su llegada. El C. F. Gandia se veía abocado a la desaparición.
Pero determinadas personas a las que el
club debe dinero no están dispuestas a perderlo. Así que deciden poner a sus
compañeros de APLEG nuevamente al mando del club para, desde la sombra, ver si
es posible recuperar sus inversiones pasadas. Los jugadores llevan sin cobrar
desde enero, amenazan con una huelga que luego no cumplen, la directiva les
engaña con falsas amenazas de cobro y se hace el ridículo delante de toda
España, dando una imagen penosa, no sólo del club sino de toda la ciudad.
Efectivamente, el Gandia Bàsquet descendió
en la penúltima jornada de Liga. El C. F. Gandia, también. Pero entre ambos
descensos media un abismo en todos los sentidos. El Gandia Bàsquet ha sido un
ejemplo en honestidad (dejando las cosas claras desde el principio y sin engañar
a nadie), dignidad (luchando hasta el final), orgullo (la despedida de la
afición a sus jugadores fue emocionante en el último partido en casa, con una
sonora ovación de tres minutos tras haber descendido el equipo), unión de
vestuario-técnicos-aficionados (todos remando en la misma dirección pese a las
mil adversidades) y en pagar los salarios de sus jugadores (ya de merecidas
vacaciones). Y el club tiene futuro: el año que viene habrá baloncesto en
Gandia, a falta de saber en qué categoría saldrá el equipo (decisión ésta que no
depende sólo del club sino también de la FEB, que programa una reestructuración
de sus Ligas y podría invitar al Gandia Bàsquet a continuar en LEB Plata otro
año más).
¿Y el C. F. Gandia? El club, quieran sus
dirigentes o no, sólo tiene una salida: la disolución. Ha descendido a Tercera y
será denunciado por impago por sus jugadores, lo que podría abocarlo a Regional
Preferente. Debe, como dice un conocido, más que Alemania después de la II
Guerra Mundial, tiene las cuentas y las taquillas embargadas, no hay ni una sola
empresa que quiera echarle una mano y, lo peor de todo: ha sido abandonado por
su salvador del pasado verano, el alcalde, y por una afición que ya no acude al
campo pese a tener el pase pagado desde principios de temporada. A nadie le
importa lo que ocurra con el C. F. Gandia. Bueno sí, a cuatro a los que el club
debe dinero. Desde aquí, apelo a la cordura y pido que alguien acabe con esta
pesadilla. El enfermo terminal está sufriendo y deben desconectarle la máquina y
darle cristiana sepultura. Amén.
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